Para la iglesia católica, el mayor castigo que se le puede dar a una persona es la excomunión. Si a través del sacramento del bautismo se realiza la unión y entrada a la confesión católica, la excomunión es, en su efecto, todo lo contrario.
En 1469 contrajeron matrimonio Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón en el palacio de los Vivero de Valladolid. Pero esta boda tan importante para la historia universal resultó ser secreta.
Isabel y Fernando desobedecieron lo pactado por Isabel y su hermano, Enrique IV, por aquél entonces Rey de Castilla.
Enrique IV contrajo matrimonio por segunda vez con Juana de Portugal, el primer matrimonio fue anulado por el Papa al comprobarse, según textos de la época, su no consumación. Del matrimonio entre Enrique IV y Juana de Portugal nació una hija, Juana, a la postre conocida como "la Beltraneja, por ser, supuestamente, hija de una infidelidad de Juana de Portugal con Beltrán de la Cueva. Por lo tanto el rey Enrique, no tenía herederos legítimos.
Finalmente, Isabel, y después de tiempo conspirando y extendiendo sospechas sobre las infidelidades de la reina, fue nombrada heredera, pero con la condición de obtener la aprobación del Rey. Isabel, que no tenía ni un pelo de tonta, enseguida vio las oportunidades que le ofrecía la unión con Fernando de Aragón. El Rey no lo aceptó y decidió desheredar a su hermana Isabel y nombrar como su sucesora a Juana "la Beltraneja", jurando públicamente que era, verdaderamente, su hija legítima.
Isabel, que había cometido un acto ilegal al conspirar de esa manera contra la reina y contra Juana "la Beltraneja", dando a Enrique IV la excusa perfecta para acosar a su hermana Isabel que ya por entonces se había ganado el favor de la pequeña nobleza castellana.
Isabel y Fernando eran primos y por lo tanto necesitaban una dispensa papal y la aprobación del mismo Rey para contraer matrimonio, algo que por supuesto no se iba a dar.
Lo más curioso es que el papa Paulo II recibió una carta del Rey solicitando la autorización del matrimonio, claramente era una falsificación. Irritado el Pontífice la negó y en poco tiempo llegó a sus oídos que Isabel y Fernando estaba usando una bula papal falsificada. La paciencia del Papa llegó a su fin y decretó la excomunión para los futuros reyes católicos.
Más tarde, el futuro Papa Borgia consiguió con su influencia levantar la sanción de excomunión y años después nombró a Fernando II Rey Católico.
Sin duda es curioso como dos de los más importantes defensores del catolicismo, fueron durante un tiempo prófugos de la iglesia.