Pues bien, este dicho se refiere a Juán de Lepe, un hombre que acabó trabajando en la corte inglesa distrayendo y entreteniendo a Enrique VII, llegando a ser incluso, el favorito del monarca.
Tal era la relación con Enrique VII que un día se jugó con este la mismísima soberanía sobre inglaterra, durante un día completo. Ni conozco el juego, ni se lo que ocurriría durante la partida, pero de un modo u otro, Juan de Lepe terminó ganando. Y como lo prometido es deuda, el monarca le entregó la soberanía sobre inglaterra como habían acordado.
Los nobles de la corte dieron una fiesta al Lepero digno de cualquier monarca, y este, que como abrán deducido era todo un pícaro, se las arregló para conseguir derechos y tesoro, con sus debidos permisos, con el objetivo de traese a España todo lo conseguido.
Tras la muerte de Enrique VII en 1509, Juan de Lepe regresó a España, más concretamente a su pueblo natal, Lepe, dónde donó buena fortuna al convento franciscano de Nuestra Señora de la Bella, y donde a su muerte fue enterrado.
Años más tarde del fallecimiento de este hombre, un franciscano del convento tomó nota del "sepulcro con una lápida de cierto Juan de Lepe, nacido de baja estirpe, del dicho pueblo de Lepe que, como fuese favorito de Enrique VII, rey de Inglaterra, y con él comiese muchas veces y aún jugase, sucedió que un día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino por un día natural".
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