miércoles, 12 de agosto de 2009

El rapto de las salinas


¿Alguna vez, usted querido lector, se ha preguntado por qué, entre las tradiciones de los recien casados, el novio coge a la novia para atravesar el umbral de la puerta?
Pues bien, la tradición no viene de hace doscientos años, sino de mucho antes, exáctamente a comienzos del imperio romano allá por el 700 a.C.
Pues bien, esta tradición se realiza para recordar el rapto de las salinas, y como no podía ser de otra forma, hoy contaré la mítica leyenda que ha dado lugar a una de las tradiciones más antiguas.

Según la leyenda, en los primeros años de Roma, la población era mayoritariamente masculina, para solucionar este problema, Rómulo organizó unas pruevas deportivas en honor al dios Neptuno e invitó a los pueblos vecinos. Al espectáculo acudieron numerosos pueblos, entre ellos la Sabinia que acudió con sus mujeres e hijos.
Al comienzo de las pruevas y, a una señal, cada romano raptó una mujer, expulsando después a los hombres. Los romanos convencieron a las mujeres explicándolas de que sólo lo habían hecho porque querían casarse con ellas, y que ellas deberían sentirse orgullosas por formar parte de un pueblo que había sigo elegido por los dioses. Las mujeres sabinas pusieron una condición con tal de contraer matrimonio con los hombres: en el hogar ellas solo se ocuparían del telar, no siendo obligadas a realizar otro tipo de trabajos domésticos, y serían, en sus casas, las que gobernaran.

Los sabinos, enfadados por la traición, atacaron a los romanos y consiguieron acorralarles en el Capitolio. Para lograr entrar en él, contaron con la ayuda y traición de una sabina, Tarpeya, que les guió hacia donde estaban los romanos con la condición de que los sabinos le dieran "aquello que llevasen en los brazos, obviamente refiriendose a las joyas.

Deplorando la traición de la mujer, los salinos, aceptaron el trato, pero en lugar de las joyas, le entregaron sus pesados escudos, con lo que la Tarpeya murió aplastada por su peso.

Cuando los sabinos llegaron, por fin, donde estaban los romanos, las sabinas se interpusieron entre ambos combatientes para impedir que se matasen. Tras varios forcejeos, razonaron con los dos pueblos, explicándoles que si ganaban los romanos perderían a sus padres y hermanos, y si ganaban los sabinos perderían a sus maridos e hijos. Finálmente se celebró un banquete para festejar la reconciliación entre los pueblos.

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