Hoy en historianecdótica hablaremos sobre "El sitio de Zaragoza", y no refiriéndonos a la pieza musical de Cristóbal Oudrid, sino, como no podía ser de otra manera, al episodio históricos sucedido durante la Guerras Napoleónicas en la ciudad de Zaragoza (España), aunque más concrétamente nos centraremos sobre el segundo sitio.
Este segundo sitio de Zaragoza se desarrolló a finales de 1808. El ejercito Francés conocía la importancia del enclave estratégico que la ciudad tenía y su impacto moral debido a la feroz resistencia que, durante el primer sitio, demostró la ciudad, convirtiéndose en Europa y, sobre todo, en otras ciudades españolas como un ejemplo.
Este episodio bélico duró 172 días. La ciudad fue incendiada, volada la Universidad, robado el tesoro de la Catedrál-Basílica de El Pilar; no había alimentos, ni medicamentos, ni armas... Finalmente la ciudad, diezmada y asolada por la guerra y las epidemias decidió dar su "alto el fuego". Así, cuando se estaban fijando las condiciones de la capitulación, el comandante francés Lannes dijo:
- Se respetarán las mujeres y los niños, con lo que el asunto queda concluído.
-¡Cómo concluído! -contestó José María Ric-. ¡Ni empezado! Porque eso equivaldría a entregarnos sin condiciones, y antes que eso Zaragoza continuará defendiéndose, porque aún tiene armas, municiones y, sobre todo, puños.
Todo un ejemplo de imposición de condiciones a un vencedor.
Tras el sitio la ciudad quedó prácticamente destruida, sobreviviendo en torno a doce mil habitantes, frente a los cincuenta y cinco mil que habitaban la ciudad antes del episodio.
Tan feroz y encarnizada fue la lucha que el comandante francés Lannes llegó a expresar en una carta a Napoleón:
"Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena."